Cuando las mamás acuden a consultas de pediatría o asesoras de lactancia, consultoras de lactancia IBCLC, y expresan que el bebé tiene un llanto desconsolado existen varias respuestas a la hora de intuir que es lo que le pasa a ese bebé:
- El profesional puede pensar que tiene un problema en el frenillo lingual – anquiloglosia, que tiene reflujo gastroesofágico o incluso cólicos del lactante.
Si se decide hacer un diagnóstico de frenillo lingual o anquiloglosia, se suele hacer una cirugía, cortar el frenillo, y siento que la atención del llanto ahora pasa a ser cuestión o causa de la cicatriz, el dolor, los ejercicios postoperatorios… A las pocas semanas si finalmente era el frenillo, la familia encuentra calma y equilibrio. Si se mantiene el llanto, han pasado un tiempo con otro foco en mente.
Cuando se decide diagnóstico de reflujo, se suelen dar pautas antireflujo e incluso farmacología (como Omeprazol o Reuteri) y si es la solución el bebé se calma y la familia encuentra estabilidad, pero si no lo es, el foco del llanto pasa a ser el reflujo y se transita durante un tiempo desde esa perspectiva.
Cuando se decide que lo que hay son cólicos del lactante, ese diagnóstico vacío, del que nadie sabe nada, que básicamente es un cajón vacío donde solo cabe esperar y transitar el llanto (y esto último es creo lo más real que existe en los llantos desconsolados en primeros meses de vida por sobreestimulación que pocos tenemos en cuenta porque claro, no suena nada profesional decirle a una mamá “transita y sostiene su llanto”, sumando a esto otra gran pregunta ¿Quién transita y sostiene el llanto de esa mamá?). - Y la segunda y ahora muy a la orden del día, es pensar que puede haber una intolerancia o alergia a la proteína de la leche de vaca.
Para este segundo caso os quiero presentar el reporte DRACMA.
Es una guía donde de manera consensuada y a través de la Organización Mundial de La Alergia (WAO en sus siglas en inglés) se recogen los puntos a tener en cuenta para valorar y dar respuesta a la alergia a la leche de vaca mediada por proteína Ig-E.
Lo primero que hay que conocer es la diferenciación entre la intolerancia y la alergia a la proteína de la leche de vaca ya que son dos afecciones muy diferentes, aunque a veces puedan presentar síntomas similares y aunque a veces las mamás entiendan que es lo mismo y el bebé tiene ambas situaciones.
En este post nos vamos a centrar en la alergia. Para detectarla hay muchos síntomas distintos que pueden aparecer en solitario o agrupados. Reacciones gastrointestinales, reacciones respiratorias, reacciones cutáneas… que además no solo aparecen de manera inmediata tras la ingesta, sino que puede aparecer a las horas de haberlo ingerido por lo que es más difícil asociarlo.
Últimamente he tenido varios casos seguidos donde el pediatra les hace a las mamás un diagnóstico en este tema. Esto significa (y así también lo configura el reporte DRACMA) que se hace una eliminación estricta de todos los alimentos que puedan tener proteína de leche de vaca, incluyendo “trazas”. También en muchos casos más severos significa destetar y dar leche de fórmula específica – no es válida la leche semihidrolizada por ejemplo. Se suma además eliminar reacciones cruzadas por parte de leche de soja, de oveja o de cabra.
¿Qué puede pasar en esta transición? Que el bebé sume a todo el cuadro clínico y llanto desconsolado una aversión a las tetinas, las nuevas leches, y sobre todo sean unas semanas difíciles donde gestionar el llanto sin poder ofrecer el pecho sea una odisea para la familia. Todo esto puede traer añadido poca ingesta y por tanto un estancamiento o disminución de la ganancia ponderal.
Aumentan los diagnósticos y eso es estupendo si son reales, en el reporte DRACMA se pide que se hagan pruebas objetivas para poder definir y hacer seguimiento de estas alergias. Desde nuestra labor como logopedas neonatales o asesoras de lactancia, consultoras de lactancia IBCLC, podemos colaborar con los diagnósticos desde modelos de entrevista abiertos con preguntas abiertas.
Es esencial decidir establecer una dieta de restricción tras valorar a fondo al bebé, su mamá y familia. Sobre todo, porque no podemos hacer que una madre restrinja su dieta en un momento de postparto y lactancia, si no tenemos evidencias claras de estas reacciones alérgicas. La mamá necesita llevar una dieta equilibrada y una nutrición balanceada para también tener descanso y bienestar. Si eliminamos dieta, no acompañamos en como nutrirse balanceadamente con esta eliminación y mamá termina comiendo y cenando arroz con pollo a diario, estamos yendo en contra del bienestar materno. Esto también lo contempla el reporte DRACMA donde se puede leer “monitorizar la adecuación nutricional durante la eliminación de elementos de la dieta sobre todo en periodos prolongados” y “educación al paciente”.
Si se restringe la dieta y la mamá no nota cambios, el bebé sigue en la misma situación de llantos desconsolados, no podemos seguir basándonos en la misma teoría de la alergia a la proteína de la leche de vaca. La eliminación de la dieta tendría que traer el bienestar del bebe y eso sería la consecuencia lógica de que efectivamente el problema es la proteína de la leche de vaca.
Me preocupa el manejo del llanto en el recién nacido y en lactante en primeros meses de vida. Estamos buscando y estableciendo diagnósticos fijándonos en el bebé y buscando soluciones rápidas. Siento que, en muchísimos casos, hay que hacer más escucha del llanto del bebé, de las necesidades del bebé y de lo que es un bebé.
Hablo también de la gestión de expectativas hacia lo que es un bebé y lo que significa convivir con un bebé en el post “Cuándo introducir el chupete nocturno y ejemplo de caso práctico con mamá lactante”.